Muchas veces, cuando se trata la reputación de una persona u organización, se le atribuye un peso al propio concepto que puede inducir al error en pensar que se trata de una valoración equivalente a una foto que se le hace al sujeto o a la empresa cada determinado tiempo, pero con largos intervalos temporales. Uno de los motivos por los que podría deberse esta percepción sería la publicación anual o semestral de estudios y ránkings sobre las empresas y organizaciones con mejor reputación, global o por país.

La reputación, es un concepto muy dinámico, que cambia constantemente (y de manera subjetiva) y se ve directamente influenciado por la suma de expresiones informativas, propias (corporativas) y ajenas al sujeto/organización.

En una época anterior al contexto online actual, la proyección de la marca podía ser mucho más controlada via comunicaciones dosificadas, al tempo que la planificación estratégica (estática) estipulara vía mensajes publicitarios en canales y horarios determinados, comunicados y ruedas de prensa agendados con antelación y con impacto estimado en los medios previstos. En la actualidad, con el “factor internet”, esta proyección interpretada de la imagen de aguien/algo (reputación) gana una dinamicidad, y por qué no decirlo, un realismo a niveles insospechados; en el que un error o acierto en las formas o el discurso que se comunica puede representar una radical modificación automática de esta reputación.

[photo by danielgomez]

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Francesc Grau

Obrero de la comunicación 💬 CEO de Chatforce.tech 💡 y autor 📚 de libros, artículos y este humilde blog

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