No me canso de insistir a mis colaboradores sobre la importancia que tiene dedicar grandes dosis de ‘recursos humanos’ en el mantenimiento de las comunidades que muchas organizaciones están creando. Es muy bueno que las empresas vean como una gran oportunidad poder compartir pensamientos, opiniones, críticas constructivas (mayoritariamente 😉 e impresiones con sus propios públicos, sin intermediarios, cara a cara, casi mirándoles a los ojos. Realmente, la experiencia en estos grupos de usuarios es gratamente satisfactoria para ambos.
Y el hecho de que hoy sea tan importante la relación humana entre un consumidor y una gran corporación es por un hecho tan simple como que ante el acto del consumo ya no hay las grandes diferencias que antes hubo. A día de hoy, grandes multinacionales quieren ponerse al mismo nivel y tender su mano a quienes confían cada día en sus productos, quieren escuchares, quieren saber de ellos: cómo se llaman, qué clase de producto les gusta, cómo pueden fabricárselo mejor, como lo prefieren diseñado y de qué materiales.
Las empresas van a sacar muy buen provecho de meterse en esto del web 2.0, pero los usuarios también (soy de los que cree que, aún más). La interconexión entre usuarios/compradores es tal, que podrían arruinar una compañía si se lo plantearan (pero esto no lo diga a nadie 😉 ). El argumento que sigue líder imbatido en cuanto a poder de convicción para materializar una venta de un producto o servicio, sigue siendo la prescripción de un igual. Evidentemente, le siguen el perfil académico, un doctor especialista o una opinión de una organización sin ánimo de lucro. El caso es que lo más simple y tradicional, que es que alguien te recomiende algo, sigue siendo hoy el arma de venta más poderosa jamás habida. De aquí que las redes sociales, las relaciones (continuas, diarias) entre iguales, tengan un potencial tan inmenso en el campo del marketing online y las relaciones comerciales.