Sabemos que el tratamiento de la comunicación publicada en internet es complejo, pero no te haces a la idea de su enorme vulnerabilidad hasta que tropiezas con un caso de gran visibilidad, como el siguiente.
Michael Phelps fue el hombre de las Olimpiadas de Beijing. Sus 7 oros fueron memorables y serán memorados, llenaron portadas y periódicos electrónicos enteros explicando maravillas sobre su duro método de entreno, su impecable carrera deportiva, sus méritos como persona, la keyword Michael Phelps era fuerte como un roble. Incluso ha llegado a tener uno de los grupos de Facebook más numerosos (1.968.425 de miembros) por delante del imbatible Barack Obama (990.464 miembros, hoy).
Pero hoy, si pone el nombre Michael Phelps en Google va a llevarse una sorpresa: el primero de los resultados ha cambiado completamente de color. Un resvalón del atleta en una fiesta universitaria nocturna, en la que se le sorprendió (y fotografió, aquí la fuerza de la notícia) fumando con una pipa de cannabis, ha demolido su primera posición en Google, y consecuentemente, su reputación online.
En este caso, entendemos el desafortunado hecho, e incluso podemos entenderlo mimando al sujeto: es un chaval joven, dejándose llevar por un momento de jolgorio entre amigos. No tenemos porqué, pero, internamente (y en cuestiones de imagen), podríamos justificarle perfectamente (aunque no sea éste el fin de este blog).
Pero imagine que esto pasa en una organización o personaje menos conocido y menos contextualizable por la audiencia de internet, cuyo recorrido ha sido impecable hasta el momento. Evidentemente la exposición en medios (tradicionales y online) es menor, y por tanto, el barrido de entradas también lo sería. Pero no cabe duda que vale como ejemplo del poder y la bravura que puede llegar a tener internet sobre la imagen de las personas y organizaciones, tan solo por un simple hecho fortuito.