Y no me refiero ni a Hulk ni a lo que resulta de mezclar harina con agua, sinó a la vasta multitud, a las audiencias, a la gente-que-está-en-internet agrupados –cruzadamente– por distintas afinidades, personales y/o profesionales. Lo que últimamente suena com el ‘crowd’ (crowd searching, crowd thinking).
Este crowd no tiene nombre, no sabemos ni sus límites físicos ni de capacitación. Desconocemos su inicio y fin. Carece de forma. Quizá, mi mente soñadora lo imagina como una ameba gigante y amorfa a la deriva, con marcados tics que recuerdan a un rebaño de ovejas, o un tupido banco de calamares moviéndose al unísono. Es un colectivo de individuos que adquiere una curiosa consciencia grupal en la que uno se ve arrastrado por la voluntad del otro, y así sucesivamente. Juntos no son ni buenos ni malos. Unos pocos que van delante marcan el camino a unos muchos que van detrás. Estos simples roles de conducta digital se los asigna cada uno, de manera consciente o incoscientemente.
En medios tradicionales, estos públicos sólo conectan directamente con el medio (en realidad es un one-to-one: individuo-to-prensa, individuo-to-radio e individuo-to-televisión). La conexión entre individuos del crowd es mínima. Existe un enorme desequilibrio entre los que escriben y los que leen, los que hablan y los que escuchan, los que actúan y los que miran. Es muy difícil que el espectador se vea reflejado en el medio (curiosamente, esto lo vemos ahora y no antes!).
En cambio, en internet, y gracias a las tecnologías de la web 2.0, la situación es justamente la contraria: el usuario se encuentra a sí mismo en el medio. Los que miran pueden ser los mismos que actuan (youtube, vimeo, kiq). Los que hablan son los mismos que escuchan (podcast). Y por supuesto, los que escriben son los mismos que leen (webs, blogs, wikis).
Esta implicación tan extrema del individuo con su entorno (y consigo mismo: redes sociales), evoca en una fuerte defensa de su Yo, y por extensión, de su colectivo de afinidad, de sus ‘iguales’; que le arrastra, como decía al principio, a destinos y direcciones inimaginables: a salvar causas perdidas, a unirse a favor o en contra de algo o alguien, a reunirse en un mismo lugar y hora convocados únicamente por convocatorias digitales, a viralizar absurdidades, a promocionar notícias e informaciones de más o menos relevancia
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