Aún no hay perspectiva de las consecuencias vitales de los efectos digitales de toda una vida entera. Los conejillos de indias van a ser nuestros hijos, la denominada Generación Z. Ellos experimentarán la sensación de poder buscar y encontrar referencias de su propia vida (y la de los demás) con solo un clic (ya sea buscándolo en un buscador, en una red social, o automáticamente desde algún gadget endiablado como unas GoogleGlass 😉
Conceptos como huella digital, reputación online, legado digital.. van apareciendo cada vez más y ganan importancia en nuestra sociedad, cada vez más preocupada por los efectos de la sobreexposición personal en la red. Sólo hay que sacar la cabeza en Facebook, o en Twitter, o en Instagram, o en Flickr, o en Google+, o en Foursquare, o en Vine.. para comprobar la alegría que hay en publicar auto-imágenes o fotografías de los demás, con o sin su consentimiento. Y centrándome en las que no se tiene el consentimiento tengo que entrar en el incómodo terreno para muchos que son las fotos de sus hijos.
Antes, el 99% de los padres, compartían las fotos de sus hijos de forma completamente privada. De las fotografías que les sacaban, iban directamente enganchadas en álbumes fotográficos. Y éstos se mostraban a la familia y a algún que otro amigo que visitaba su casa. Hoy, el terreno digital ha ganado tanto terreno en tan poco tiempo que tan solo en sacar la fotografía ya es compartida con un primer círculo de amistades, y en el peor de los casos, esa foto (aún en caliente) ya está a merced de la indexación de buscadores, ávidos de contenido gráfico, para mostrarla en resultados de búsqueda.
Esta exposición de la vida de una persona (un/a hij@) va conformando y construyendo poco a poco su reputación online (y en este caso, involuntaria e inconsentida). Cuando sea mayor, muy probablemente podrá encontrar (él/ella y cualquier otra persona) todo su pasado, como migas de pan, en distintos espacios sociales. Y claro, esto merece de reflexión..
Imagino hoy a mi padre, justificándome por qué subió fotos mías desde mi nacimiento, infancia, adolescencia, y lamentando unos hechos que él, en su día, quiso sin mi opinión. Imagino esto mientras le argumento que hoy no quiero tener una presencia activa en las redes. ¿Cómo lo hago para deshacerme de 18 años de contenido sobre mi, distribuidos en servidores de todo el mundo (Facebook, Twitter, Google Images, Instagram..), sin mi consentimiento y ahora condicionando totalmente mi decisión adulta y respetable de no querer tener esta presencia en internet?
Viendo este panorama e imaginando la bola de nieve que toda esta realidad puede crecer en los próximos meses/años, solo puedo intentar seguir siendo responsable con mi propio contenido, y el que pueda subir de los demás, especialmente si es de mi(s) descendiente(s) quienes podrán pedirme explicaciones de mis actos con total legitimidad dentro de unos años. Interesarnos por aprender cultura digital es una de las claves. Extremar la prudencia es la otra.
[photo by jkshiraishi]
Los padres que compartían demasiado (de sus hijos) en Internet http://t.co/cpRNfgbqwE
— xataka (@xataka) October 8, 2013