Este mes se ha vivido el primer caso público (¡quién sabe ya cuántos privados han acaecido!) de un perjuicio pseudo-laboral, basándose únicamente por material publicado en una red social personal: Facebook. Ha sido el caso de Nathalie, una mujer canadiense de 29 años, con baja laboral por depresión grave, quien después de superar el primer año de enfermedad, su aseguradora (Manulife), haciendo un repaso por el perfil de su clienta en Facebook, observó unas fotografías de Nathalie en momentos de ocio. Manulife, le retiró los beneficios por depresión (pagos mensuales) por entender (vistas las fotografías) que ya estaba recuperada y podía volver al trabajo. Nathalie alegó que estos ratos de diversión son parte de su recuperación, prescritos por su doctor. Su abogado, añade que la aseguradora no debería diagnosticar el estado de enfermedades psicológicas a distancia, y tomar decisiones sólo con unas pruebas fotográficas de una red social.
Una muestra más que estamos en momentos muy delicados, en que las fronteras entre lo personal y profesional no están nada claras, y en que todos (personas y organizaciones) estamos definiendo los caminos, normas y competencias, para desarrollarnos con unos parámetros informacionales, nunca antes imaginados, y que hoy nos superan.
Permítame un último apunte, a raíz de esta colisión de intereses. A parte del golpe emocional que supone el hecho por sí mismo, el nombre de la pobre mujer fue uno de los más buscados en internet, entrando en el ranking de los términos con más búsquedas por hora. Lo que le faltaba, vamos! 🙁 . Lo que por un hecho bueno y legítimo puede movilizar a masas, por hechos menos agraciados también pueden obtenerse cuotas de protagonismo nada deseadas…