Hace ya unos meses me estaba dando cuenta, pero fue al leer este articulo en Quartz que me impulso a escribir.
No es nada mundano. Si eres nacido antes de 1985, conoces qué es vivir sin Internet. Con lo bueno y lo malo, los costes y las oportunidades. Cuando la comunicación solo se transmitía vía los “canales tradicionales”, y la gente cuando quería hablarse se llamaba por teléfono, o como más sofisticado, se mandaba SMSs. Nadie publicaba lo que estaba pensando, solo los que admitían en las Cartas al director de los periódicos, ni las fotos de sus vacaciones. Las cartas se mandaban por Correos y las fotos las hacían unos artilugios llamados cámaras fotográficas. Y la privacidad de las personas era algo que no preocupaba a casi nadie..
Pero más allá de todos estos cambios personales, profesionales y sociales, los que pertenecemos a esta última generación que conoció la realidad antes de Internet le tenemos un enorme respeto. Respeto a su poder de conexión, de difusión y de conservación de todo aquello que publicamos o escribimos en cualquier web o aplicación móvil que usamos. Un respeto que espero nunca deje de tener y que sepa transmitir a mis hijos, quienes ya a muy temprana edad no demuestran ninguna restricción ante esa exposición a la mayor red mundial de personas jamás existente.